• Año: 2016
  • Guionista: Nacho Vigalondo
  • Producción: Voltage Pictures / Brightlight Pictures / Sayaka Producciones

Colossal

Me resulta imposible no apelar a la cualidad evidentemente metafórica de Colossal a la hora de analizar su estructura. Además, sin dicha cualidad, esta estructura carecería de un sentido razonable desde un punto de vista clásico.

Básicamente, la trama gira en torno a Gloria, una alcohólica que busca recuperar el control de su vida y que descubre que, en determinadas circunstancias, se manifiesta frecuentemente como un monstruo gigante que ataca Seúl. En este planteo, queda claro cuál es el objetivo de Gloria: recuperar el control de su vida para evitar cometer atrocidades en su faceta monstruo. Las cosas se complican cuando este primer objetivo es resuelto: es entonces que la faceta monstruo de Gloria se duplica en otro personaje (Oscar), y el objetivo de Gloria pasa a ser el de controlar a Oscar en lugar de controlarse a ella misma.

Estructura narrativa de Colossal

Esto plantea una división muy marcada en la trama: durante la primera mitad de la película, Gloria está luchando contra sí misma. La ruptura con su pareja constituye el detonante de la trama y, a la vez, un llamado de atención sobre la protagonista. Gloria se muda y consigue un trabajo, aunque esto no representa ningún cambio de valor real: sigue siendo alcohólica, y sigue sin controlar su vida (un claro ejemplo es la llegada de la televisión, que no recuerda haberle pedido a Oscar).

El cambio real sucede luego del ataque del monstruo en Seúl, y la comprensión de que el mismo es una materialización de sí misma. Esto último la hace recuperar el sentido de la responsabilidad: Gloria deja de tomar y envía un mensaje de paz a la capital coreana.

A partir de ese momento, comienza la segunda parte de la película, en la que el conflicto se traslada a otro personaje: Oscar. A partir de una motivación que no logro encontrar (de ahí el signo de pregunta en el diagrama), el conflicto del control pasa a estar exteriorizado en Oscar. Ahora es él el que destruye Seúl, porque de un momento a otro resulta ser un psicópata, y la nueva misión de Gloria es controlarlo. Vale aclarar que, aunque por momentos lo parezca, el enfrentamiento entre Gloria y Oscar no es consecuencia de la falta de control de Gloria sobre sí misma (lo que generaría una continuidad argumental con la primera parte de la película), ya que en ningún momento la protagonista tiene ninguna recaída en este sentido. En todo momento es consciente de que tiene que detener a Oscar, y hace todo lo que está al alcance para lograrlo, eliminando de manera absoluta el conflicto interno que era el centro de la trama.

Entonces, si el objetivo fuera comprender a estas dos grandes partes de la trama dentro de una misma estructura (pudiendo entender, por ejemplo, al segundo punto de giro como tal, aunque tenga una dinámica distinta que el primero), no hay alternativa más que apelar, como decía al principio, al carácter metafórico de casi todo lo que sucede en aquella. La transformación del conflicto interno en uno externo no puede ser más que una imagen de las dos caras del problema del personaje: el consciente y el inconsciente (también duplicado en su faceta humana y su faceta monstruo).

Well, buddy, right now I’m more out of control than ever.

Ahora bien, más allá de que este cambio de rumbo de la trama pueda ser interpretado de esta manera, no deja de ser gratuito, por la mencionada ausencia de causa para tal efecto. Del mismo modo, la justificación del hecho traumático de la infancia que dio origen a los monstruos (la maldad pura de Oscar) no se identifica con el trauma psicológico que haya llevado a Gloria a su alcoholismo, lo que contribuye a la escisión de la trama. Esto remarca la incógnita del cambio de eje, enfatizando mi signo de pregunta.

Si tuviera que arriesgar una explicación, diría que luego de la resolución del conflicto interno de Gloria ante la recuperación de su sentido de responsabilidad, la trama fue resuelta sin completar su desarrollo. Por lo tanto, la trama se amplió a través de un segundo conflicto, amparándose en que el potencial metafórico del tono de la película habilitara una lectura unificada.